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Arranca SmartFilms. El festival de cine hecho con celulares abre sus puertas

  • va-velandia
  • 9 oct
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 22 oct

Bogotá vibró con el inicio de Smartfilms 2025. Directores consagrados y jóvenes soñadores demostraron que no hacen falta grandes cámaras para contar historias, sino pasión, creatividad y la valentía de mostrar lo que se lleva dentro.


Niños protagonistas de “Luces, Cámara, Inclusión” celebran en la alfombra roja: cine con amor y sin límites.


Smartfilms 2025 abrió su telón con algo más que cine: abrió un espacio donde las emociones, las luchas y los sueños se proyectaron en cada pantalla.

El primero en hablar fue Mauro Andrade, director de "La Última Historia". Con una sonrisa ancha y los ojos brillantes, recordó que la verdadera inspiración de su película fue su hermano, Eberto, guionista y escritor. En su voz se notaba el peso de las ausencias: un padre que no alcanzó a mostrar su obra, un relato perdido que ahora encuentra eco en la historia de Pipe, un niño que sueña con jugar fútbol pese a no tener más que un balón de trapo.

Mauro, lleno de energía, nos confesó: “Colombia es campeón del mundo en nuestra película… y con fe también puede serlo en la vida real”. Sus palabras no eran solo un comentario futbolero, eran una declaración de esperanza.

En contraste, Sebastián Torres y Sara Gómez, estudiantes de Cine y Televisión, llegaron tímidos pero entusiastas. Su corto "Sobre la ciudad" nació de la experiencia personal de Sebastián como foráneo: llegar a Bogotá, sentirse perdido y poco a poco descubrir que la amistad también es un hogar. “Queríamos mostrar que en cualquier viaje uno nunca está solo”, explicó Sara, mientras intercambiaban miradas cómplices.

Hablaron de tiempos ajustados, de rodajes a contrarreloj y de la dificultad de equilibrar el estudio con la pasión de filmar. Pero al escucharlos, quedaba claro que esas dificultades solo habían fortalecido sus ganas de seguir creando.

El momento más emotivo de la inauguración llegó con "Luces, Cámara, Inclusión", un cortometraje protagonizado por niños y jóvenes con síndrome de Down. Desde la alfombra roja llegaron sonrientes, algunos bailando, otros saludando con la mano. Sus directores no pudieron contener el orgullo: “Ellos mismos fueron nuestra inspiración. No hay discapacidad, solo talento y amor”. En pantalla vimos a futuros chefs, actores, músicos y deportistas relatando su vida con naturalidad. En la sala, más de uno secó discretamente una lágrima. Era imposible no conmoverse con un mensaje tan simple y tan poderoso: todos merecemos un espacio para brillar.

Más allá de las entrevistas, Smartfilms se sintió como una fiesta colectiva. Había nervios, claro, pero también mucha risa: directores que se confundían en las palabras, estudiantes que grababan historias para Instagram, padres que repetían “estamos orgullosos” una y otra vez. La solemnidad quedó a un lado; lo que primó fue la cercanía. Cada proyecto llevaba un pedazo de vida, y eso fue lo que conectó con el público.

Smartfilms 2025 no fue solo la inauguración de un festival: fue el recordatorio de que el cine es humano antes que técnico. Que una cámara puede ser pequeña, pero las historias esas que hablan de lucha, resiliencia y sueños siempre son enormes. Y que, como lo dijeron varios de los protagonistas, el verdadero éxito está en compartir lo que somos con honestidad.

 
 
 

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